La percepción del Infierno en la Antigua Roma.

Desde su origen, el ser humano siempre ha creído en la existencia de fantasmas o espíritus, que son entidades que somos incapaces de controlar. Esta popular creencia surge a raíz del terror que causaba meditar sobre la posibilidad de que las almas de los fallecidos trataran de aferrarse a la vida y de retornar a la Tierra con el fin de atormentar a los vivos.

Las antiguas civilizaciones como los babilonios, griegos, egipcios y romanos realizaban complejas ceremonias que, si se realizaban adecuadamente, debían asegurar el descanso eterno de las almas de los difuntos. Estos enrevesados rituales se llevaban a cabo con el fin de sosegar a los espíritus, que podían presentarse adoptando no sólo apariencia humana, sino como demonios e incluso animales, si no se realizaban y se les dejaba sin enterrar, vagando para atormentar a los que permitieron que quedasen en esa situación.

Eneas y la Sibila de Cumas, François Perrier

Los antiguos griegos y romanos estaban convencidos de que las almas inquietas y turbadas de los muertos vagaban por el mundo, persiguiendo a los perversos y aterrorizando a las personas de buen corazón, presentándose como sombras oscuras o presencias prácticamente invisibles. En Roma hacían celebraciones en honor a los fallecidos alguna que otra vez al año para, no sólo apaciguar a los espíritus, sino para tratar de mantener buenas relaciones con ellos. Así surge la Lemuria, que corresponde al actual Día de Todos los Santos.

El Más Allá, el Infierno, o mundo de los muertos, es un tema literario fructífero que surge de una preocupación por la muerte común a todos los pueblos y a todas las civilizaciones habidas y por haber. Así se fueron creando distintos mitos etno-religiosos que se transmitían de forma oral e incluso, unos cuantos, fueron conservados por escrito.

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